dios del vinoCuenta la mitología griega, como una pareja de enamorados ZEUS, dios de la luz  y SÉMELE, mortal e hija del rey de Tebas, engendraron un hijo. Esto no le sentó muy bien a HERA, la poderosa y no menos bella esposa de Zeus, y en venganza le quitó la vida a Sémele.

Zeus salvó a su hijo del vientre de su madre inerte y haciéndose un corte en el muslo, lo gestó en el, durante nueve meses. Una vez transcurrido este tiempo, el bebé, a quien se le asignó el nombre de Dionisio, quedó bajo el cuidado de unas ninfas, para ser criado y educado por ellas.

Dionisio un joven astuto y hábil, estando divirtiéndose en el jardín de las ninfas, arrancó una de las uvas de una viña de alrededor, lo exprimió para conseguir su jugo y por descuido lo dejó olvidado durante varios días. Al regresar observó, como el mosto de la uva, junto al hollejo y su pulpa, se había transformado en un líquido denso y apetitoso. Coló el líquido tinto y al probar el precioso jugo, quedó entusiasmado por su sabor.

Organizó una gran fiesta para festejar el nacimiento del nuevo néctar, que además, producía éxtasis a quién lo bebía.

Así nació el vino, y fue entonces cuando Dionisio dios del vino, viajó por todo el mundo para enseñar a cultivar la vid y a su vez, llevar belleza y bienestar al mundo.

Un relato que habla de amor, supervivencia y placer. El vino es así, conjuga en sí mismo las propias fases por las que pasa, desde que es un fruto, hasta que es vino.  El amor con el que se cuida la vid, la supervivencia del fruto desde el primer momento de su transformación  y el gran placer de saborearlo. Los mitos siempre son mitos, pero transcriben verdades. El vino esconde estas verdades, que nos sorprenden en nuestro dia a día y nos producen un profundo bienestar.

Dejando a un lado bonitas botellas y coloridas etiquetas; en su interior… existe un maravilloso mundo por descubrir.

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