Pregunta frecuente que muchos adeptos a este virtuoso Cabernet Sauvignon 100%, nos hacen cuando repasamos los nombres de nuestros vinos.
Hacemos referencia a Pacheco Organic, Pacheco Cosecha, Pacheco Selección, Pacheco Roble…y llegamos a: Los Cucos de La Alberquilla. “¿Este no se llama Pacheco… porqué?”
Bueno, cuando lanzan la pregunta, yo me quedo callada unos segundos y relato el porqué de la historia, e intento recordar palabra por palabra como lo cuenta Elena para hacerlo más real:
“Cuando le propuse a mi padre plantar otras tipologías de uva en Viña Elena, para darle paso a variedades foráneas; él, como fiel amante de nuestra Monastrell y gran conocedor de nuestra tierra, nuestro clima y nuestros suelos, no mostró excesiva confianza en esta idea.
Aún así, facilitándome el camino, dejó en mis manos esta gran aventura. Y fue cuando me atreví con la Cabernet Sauvignon, una variedad de uva que se cultiva principalmente en zonas frías y húmedas, que nada tiene que ver con nuestras condiciones de suelo y clima.
Esta experiencia, me mantuvo muchas noches en vela, y no por el resultado final, sino por el temor a defraudar a mi padre. Así que en una de esas, sin poder dormir, pensé: “El vino que haga con esta uva no le voy a llamar Pacheco, a este le pongo otro nombre, por si acaso”.
“El por si acaso” no era más que esa inquietud, al ser mi padre un gran defensor de JUMILLA y su MONASTRELL, de que con este vino no superara sus expectativas.
Cuando embotellamos la 1ª añada de LOS CUCOS DE LA ALBERQUILLA, “un monovarietal de Cabernet Sauvignon con paso corto de barrica y fermentado en madera”, no pude contener mi emoción y me fui con dos botellas de vino a la venta de al lado, donde mi padre junto a otros agricultores de la zona, compartían aperitivo y charla.
A mi padre le brillaron los ojos al verme entrar y a mi me temblaron las piernas…
En ese momento me acordé de ese maravilloso lugar centenario, conocido como “CUCO”, albergue de agricultores, edificado por ellos mismos a base de piedra, que queda muy cerca de Viña Elena, en un precioso paraje conocido como “La Alberquilla” y quise rendirle homenaje, llamando así a este vino, por haber servido de cobijo a tantos y tantos agricultores, como los que estaban en ese momento compartiendo aquel rato con mi padre.
La verdad es que no puedo estar más orgullosa de nuestro 100% Cabernet Sauvignon, un vino que me da muchas alegrías.
Lo que sí es cierto, es que esta variedad de uva hoy día se puede cultivar en muchas otras partes del mundo, por su facilidad de adaptación; rasgo que no la identifica con nuestra Monastrell, a la que solo le gusta lo de aquí: nuestro sol, nuestra tierra y ¡como no! el gran cariño que le tenemos, como se lo demuestran día a día personas como mi padre y “esos viejos y sabios agricultores” como él.